Los ateos afectivos
Otro tipo de ateo es el que se aparta de Dios por razones afectivas. A algunos no les conviene creer en Dios porque la religión exige mucho. Los estorba. Si creemos en Dios, nos obliga una moral, nos obliga una honradez, nos obliga una rectitud. Por no querer adaptar nuestra vida a la fe, tiramos la fe por la borda. Decimos: «Yo no creo en Dios, y así vivo a mis anchas: hago lo que me da la gana, lo que me apetece, lo que me conviene. »
Si hay Dios, el que tú lo niegues no lo destruye. Dios sigue en su sitio. Dice la Biblia, en el capítulo segundo del libro de la Sabiduría: «Los que quieren gozar en este mundo como si no hubiera otra vida se equivocan; pues Dios ha hecho al hombre para la inmortalidad.» Dios sigue igual. Lo aceptemos o no lo aceptemos. Dios no desaparece.
Voy a contar un cuento. Iban un día de paseo dos peces por el mar. Y un pez le dice al otro: -Oye, ¿ves esa lombriz? Pues fíjate: está colgada de un hilo. Y en la punta del hilo hay una caña. Y esta caña está en manos de un hombre. Y ese hombre está esperando a que uno de nosotros se lance a por la lombriz, para engancharle, y a la sartén.
Y el otro, que se las daba de muy enterado, que no creía nada de lo que le decía su compañero: -Bueno, ¿y tú crees en el cuento de la sartén? ¡Pero si es un cuento de viejas! ¡Si eso lo contaba mi abuela! Yo, un pez moderno en el siglo de la técnica, ¿me voy a creer cuentos de viejas? ¿Quién ha vuelto de la sartén para contarlo? ¿No quieres la lombriz? ¡Tú te la pierdes! ¡Mía es!
Y ese pez «listillo», que no creía cuentos de viejas, que se reía de todo eso, se lanzó a por la lombriz, y lo engancharon y ¡a la sartén! Porque el cuento de la sartén no es mentira porque él diga que es mentira. Existe la sartén y los hombres que comemos pescado frito.